Dios también ama a los dispersos e inquietos

Dios tambien ama...

Cuando tuve a mis hijos mayores en el proceso de aprendizaje formal, las cosas fueron bastante fáciles. Los dos fueron alumnos aplicados, muy responsables, con una memoria prodigiosa y con excelente comportamiento. Por mi instinto protector de mamá y sobre todo por mi falta de conocimiento, no me gustaba que se juntaran con niños y niñas inquietos, a quienes consideraba de mala conducta porque reaccionaban impulsivamente, porque brincaban por aquí o por allá, faltaban con tareas o materiales a la clase (según me contaban mis hijos) y desde luego, llevaban a menudo recados escritos de la maestra al hogar provocando la angustia de la madre que frecuentemente se le veía en citas con la maestra o el Director del centro educativo.

Hasta que me tocó criar a un tercer hijo quien desde sus primeros años se mostró sumamente inquieto, impulsivo, disperso, sin ningún interés por aprender de letras, números….Una vez que ingresó al kínder la maestra solicitó una valoración profesional y resultó con déficit atencional con impulsividad. A partir de estas primeras experiencias comencé a comprender el comportamiento de los niños que presentan algún trastorno neurológico que les impide un aprendizaje “normal”, y sobre todo, a ponerme en los zapatos de los padres de familia que tienen que lidiar con esta situación y armarse de una doble dosis de paciencia, amor y esfuerzo para apoyarlos y sacarlos adelante en sus estudios y en la vida.

Cuando lo llevaba a la Escuela Dominical la situación era la misma y en la mayoría de las ocasiones recibía quejas de su mal comportamiento por parte de la maestra encargada. Cada vez que iba a recogerlo, me embargaba un sentimiento de angustia, de dolor, de pena… ¿Qué me iría a decir la maestra ese día?

Desde luego, en la casa hablaba con él, a veces en forma muy enérgica, y le hacía ver lo importante de atender, seguir instrucciones, etc. Conforme iba creciendo me decía que era muy aburrido ir a esas clases y yo observaba, con preocupación, la rigidez en el salón de clases y en la forma de enseñar. Definitivamente, mi hijo (y muchos otros), ahí no calzaban, al contrario, se convertían en el factor distractor del resto del grupo y en el problema de disciplina para la maestra.

Algunas veces, mi hijo no quería entrar a la clase de Escuela Dominical que le correspondía y me pedía dejarlo con alguna otra maestra con quien se había encariñado por ser tolerante con él y mostrarle comprensión. Desde luego, su petición era denegada y a regañadientes entraba al aula respectiva.

Hasta que Dios usó a dos profesionales cristianas, servidoras de la Iglesia donde asisto, para crear un programa de enseñanza del evangelio para niños con necesidades educativas especiales DEPARTAMENTO DE KIDS ÁGUILAS. Al principio tuve mis reservas, creí que iban a marginar a mi hijo y a agruparlo con niños que tienen problemas más severos. Sin embargo, la experiencia ha sido enriquecedora y aquella angustia que me acompañaba los domingos desapareció por completo. (Supongo que para muchos niños y padres también).

Debo resaltar la disposición de todos los maestros y maestras del departamento, su creatividad, responsabilidad, los materiales del programa AMISTAD y técnicas que utilizan para ganar la atención de los niños y jovencitos, su estímulo constante para los que asisten y sobre todo SU CORAZÓN DISPUESTO A COMPARTIR DE JESÚS Y DE SU PALABRA.

En todos estos años en que el ministerio ha funcionado, mi hijo ha ido con otra actitud a la clase de Escuela Dominical y se ha despertado en él un don de servicio a favor de los niños y jovencitos con discapacidad física severa.

Si no existiera Águilas me hubiera sido difícil continuar llevándolo a la Iglesia, y posiblemente su concepto de Dios sería diferente. Ahora mi hijo puede entender que DIOS TAMBIÉN AMA A LOS DISPERSOS E INQUIETOS.

Sonia Iris Gómez Corrales
Grupo Kids Aguila
San José, Costa Rica